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Luisa Elena Molina: El gran reto es dotar a los venezolanos del poder adquisitivo para que puedan alimentarse

marzo 28, 2023
La Red Agroalimentaria Venezolana ha realizado investigaciones sobre la situación socio-alimentaria del SAV / Foto: El Impulso

Impulsar la producción agrícola nacional impone desarrollar en forma prioritaria, políticas relacionadas con el incremento sostenible de la producción nacional que inciden en todos los componentes y cadenas del Sistema Alimentario Venezolano (SAV) (agricultura, agroindustria, transporte, almacenamiento y otras funciones de la comercialización, comercio exterior y consumo), incluyendo la calidad e inocuidad dentro de las Cadenas agroalimentarias, asegura la doctora Luisa Elena Molina, profesora titular e investigadora de la Universidad de Los Andes. 

Asegura que el deterioro del Sistema Agroalimentario venezolano pudo haberlo evitado el régimen, pero la advertencia más seria fue que esa crisis estaría propensa a agravarse por su falta de interés de implementar políticas estructurales y  coherentes en materia agroalimentaria, tal como lo sostenían en 2014 instituciones como FEDEAGRO que en 2012 presentaba a consideración del mismo, el Plan “Más agricultura, más país” y que en 2014 propuso un “Plan de urgencia de recuperación de cultivos de ciclo corto” o las propuestas de la Federación de Ganaderos para recuperar el rebaño y la producción animal para carne y leche en el país”.  

Los factores políticos, macroeconómicos y sectoriales, sociales que afectan al SAV, fueron analizados y documentados en un libro publicado por el CIAAL en el año 2013 en cuyo contenido se exponen los principales problemas clave y soluciones deseables y posibles.  

La Red Agroalimentaria Venezolana creada por el Dr. Juan Luis Hernández en la que colaboran numerosos expertos en esta materia, ha realizado investigaciones sobre la situación socio-alimentaria del SAV. un estudio sobre la materia que se inició en 2018 fue publicado en 2019 y, posteriormente, se presentó una actualización en el año 2022, en la cual se proponen salidas para la crisis. Estos y muchos otros estudios serios y documentados permiten aseverar que los ingentes problemas relacionados con la producción y consumo de alimentos se mantienen no por falta de investigaciones y propuestas, sino  por el caso omiso que se hace de ellos en nuestro país para la reconducción de las políticas en esta y otras materias fundamentales para el bienestar de la población. 

Diversos organismos como Cáritas, la Fundación Bengoa y otras ONG`s, y organismos nacionales e internacionales han advertido, a partir de estudios especializados, acerca del deterioro sostenido de la situación alimentaria y nutricional de la población, problema que nosotros también abordamos en el contexto de la crisis estructural y la profundización de una crisis humanitaria cuyo peor rostro se evidencia en los sectores de alimentación y salud que, como se conoce y se ha demostrado, no es el resultado de la pandemia del COVID 2019, ni de las medidas impuestas por Estados Unidos, sino de un deterioro que se profundiza desde el inicio de las expropiaciones en 2002 y que involucró políticas y estrategias que lamentablemente, lejos de superar problemas de años anteriores, provocaron una caída de la producción nacional que, entre 2008 y 2018 ya alcanzaba más del 80%, aproximadamente, en la mayor parte de las cadenas y rubros agroalimentarios. 

De manera concomitante, el ingreso de las familias se ha deteriorado a tal punto que Venezuela ha figurado en los últimos años entre los países con mayor pobreza del mundo, muchas veces encabezando la lista De acuerdo a investigadores como Jordan Teaghe y Rahma Sohall de Bread for the World, “…Venezuela ha enfrentado lo que algunos consideran la mayor crisis humanitaria del continente americano” desencadenando, también, la mayor ola migratoria vivida, con la migración de más de 7 millones de personas hacia otros países de la región y del mundo. 

Los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) publicados en noviembre de 2022 indican que el nivel de pobreza por ingresos bajó de 92.9% en 2019/2022ª 81.5% en 2022. No obstante en el  mismo período aumentó la desigualdad  de ingresos que, medida por la diferencia entre los más ricos y más pobres (índice de Gini)  pasó de 0.49 en 2019/2020 a 0.603; de acuerdo con los investigadores que participan en la elaboración de la mencionada encuesta, para 2022, este resultado coloca a Venezuela  en el primer lugar entre los países más desiguales de América. El retorno de la inflación desde mediados de 2022 y la caída significativa del salario e ingreso a nivel de hogares ha impulsado este año el crecimiento de la pobreza por ingreso, lo cual es de esperar, porque no ha habido en el país medidas estructurales que realmente permitan dinamizar las actividades productivas y de servicios, el empleo o el aumento del salario real.  

En el ámbito agroalimentario, la especialista asegura que no existen cambios significativos en cuanto a los factores que afectan la producción agrícola y agroindustrial nacional, entre los principales problemas, que no son los únicos, los productores e industriales exponen la falta de financiamiento, la escasez de combustible,  las fallas en el sistema eléctrico y otros servicios, la inseguridad, los cobros irregulares para el traslado de productos en el espacio nacional y el incremento de importaciones de rubros frescos y procesados carentes, en muchos casos, de demostración patente del cumplimiento de normas sanitarias o de inocuidad y exentos de aranceles. 

Debilitado sector hortícola nacional

Molina estima que uno de los sectores agrícolas más afectado en los últimos meses, ha sido el de la horticultura, debilitado debido que muchos productores hortícolas han tenido qué migrar hacia la producción de otros rubros,  entre otras razones a raíz de la crisis severa que vivió el sector por falta de agroinsumos, particularmente a partir de 2015 y durante el 2016 y también por falta de mano de obra, debido a la creciente ola migratoria que se experimentó desde esos años. 

Revela por ejemplo que en los páramos merideños, en los años 2019 y 2020 los productores se vieron obligados a cultivar rubros distintos a la papa y a la zanahoria y otras hortalizas y raíces, que eran los cultivos por excelencia en esa zona desde 1970,  migrando hacia el cultivo de trigo que cubrió parte de los valles altos andinos, mientras que más de un 50% de las tierras se encontraba en barbecho. En la actualidad, la producción  se ha recuperado parcialmente. No obstante, en el uso actual de la tierra se advierte que de una producción que hasta el pasado reciente incluía una diversidad de entre 15 y 20 rubros;  actualmente básicamente presenta  recuperación en  los renglones de papa y de  zanahoria y, ligeramente, brócoli y coliflor, quedando desplazada hasta ahora, posibilidad de producir otras hortalizas debido a las carencias de insumos, recursos económicos y servicios adecuados para su transporte al resto del país. En consecuencia, la crisis en este sector, afecta la disponibilidad  de productos hortícolas, tal como viene ocurriendo con otros vegetales como el plátano, por ejemplo, y productos como las carnes,  leche y derivados. 

Ratifica la especialista que el venezolano promedio no tiene acceso a fuentes de proteína animal o lo que se conoce como calorías caras (carnes, leche y derivados), ni a micro nutrientes caros (vegetales); lo cual significa que todos los grupos de la población sufren el impacto de no contar con una dieta adecuada en términos de cantidad y calidad.

No hay como adquirir los alimentos

Advierte la investigadora que la estrepitosa y progresiva caída del ingreso, ha hecho que disminuyan los niveles de consumo, particularmente desde 2014. Por lo tanto, reitera que,  así hubiese una recuperación en  todos los componentes que conforman las cadenas agroalimentarias, la situación no cambiará, si no mejoran los ingresos y la mayoría seguirá  sufriendo el impacto de la crisis alimentaria, porque no hay capacidad de compra para la ingente mayoría de los venezolanos. 

Recuerda que durante la década pasada se vivió la más cruel y dramática situación de escasez de alimentos por un periodo de  seis años aproximadamente. Sin embargo en la actualidad, los anaqueles de los supermercados del país muestran  inmensas cantidades de productos.  Esta sensación de abundancia, a juicio de la experta e investigadora, no es un referente para pensar que el venezolano se alimenta bien y que sus niveles nutricionales son los exigidos dentro de una dieta sana y adecuada;  esto se debe evidentemente  al bajísimo poder adquisitivo de su ingreso, el cual especialmente en el caso de quienes dependen del salario mínimo o de la pensión; apenas permite adquirir lo estrictamente necesario para cubrir parcialmente las necesidades alimentarias nutricionales de una persona, por un día. 

Sectores  vulnerables los más afectadas 

Advierte la doctora Molina, que si la situación es dramática en general, lo es aún más para las poblaciones más vulnerables, sobre todo en el ámbito regional, donde la situación se percibe con mayor intensidad.  En este sentido, es necesario subrayar que si la desigualdad económica ha aumentado, lo mismo ocurre con las desigualdades geográficas, entre las regiones con mayores posibilidades de empleo e ingreso (el centro del país) y el resto del territorio nacional.  

Recuerda que, según cifras arrojadas por un estudio de CENDAS, se estima que en el país se requieren alrededor de 64 salarios mínimos para tener acceso a la canasta básica alimentaria; situación que es aún muchísimo más grave para las personas vulnerables: niños, embarazadas y personas de la tercera edad. 

Mientras que en el caso de los adultos mayores, esto en parte está sucediendo porque muchos se quedaron sin familiares en el país debido a que la misma crisis obligó a migrar a miembros del hogar en edad productiva. 

¿Qué está comiendo el venezolano? 

Revela que  estudios de expertos nutricionistas como Susana Rafally,  Maritza Landaeta, entre otros, revelan que en los últimos años y hasta hoy se ha experimentado un significativo aumento del consumo de carbohidratos (cereales, raíces y tubérculos, entre otros), lo cual  se comenzó a evidenciar, inicialmente, debido a la escasez de alimentos y se ha mantenido en la actualidad, ya no por oferta de alimentos que están disponibles en los anaqueles de supermercados y abastos de productos frescos y procesados, sino por el bajo poder adquisitivo. 

“Esto quiere decir que en la dieta del venezolano existe una marcada ausencia de proteínas animales y de otros alimentos aportadores de proteínas vegetales como las leguminosas; o de macro y micronutrientes como las hortalizas; alimentos vitales para mantener el normal estado de la salud del  individuo, para que éste pueda  desarrollar normalmente sus actividades y cuyo nivel de consumo depende de la edad, el sexo y las actividades físicas e intelectuales del individuo”, asegura. 

Por otra parte señala que otras organizaciones como las asociaciones de ganaderos y de productores sostienen que desde hace una década aproximadamente, en el país ha disminuido considerable y progresivamente el consumo de carne y de productos lácteos. 

“Significa que, por ejemplo, en el caso de nuestros niños que es un grupo de la población que amerita el consumo de productos lácteos y sus derivados, no ha habido acceso a este alimento fundamental para su crecimiento y desarrollo físico”, dijo Molina.

Punto de partida para el cambio 

Insiste en que, por tratarse de un problema estructural, el régimen debe estar consciente y comenzar generando el cambio a través de la modificación de la temática del discurso, el cual a su juicio debe basarse en cifras reales de producción y consumo y no en números ficticios tal como los que refirió Nicolás Maduro, quien afirmó durante uno de sus últimos discursos que en el país la producción agrícola se ubica en un 95% de la necesidad interna. 

“Mientras se sigan manejando panoramas que no existen, tampoco se va a tener un sistema agroalimentario idóneo; es decir que cuente con actividades de producción, transformación, comercialización y consumo sostenibles en el tiempo, o lo que se conoce como Producción de Triple Impacto; la cual se logra con base a una sostenibilidad palpable y segura en el espacio y el tiempo, desde el punto de vista económico, social y ambiental”. 

Sin cambio de planes y estrategias

Estima la especialista e investigadora, que los problemas que se viven en la actualidad en el sector agroalimentario venezolano son los mismos que se generaron desde hace más de dos décadas Por consiguiente, admite que  los planes para combatirlos también lo son. Por esta razón urge un cambio de políticas y estrategias por parte del régimen de Maduro a quien catalogó de indolente ante la magnitud de esta problemática, que además asegura es incomprensible y solamente justificable para el pequeño porcentaje de venezolanos quienes hacen “jugosos negocios” con esta crisis y  quienes persiguen solamente seguir en el poder. 

Recuperación no sustentable

En torno a la leve recuperación del sector, la cual se palpó a partir de finales del año  2021 y durante el 2022, asegura que este hecho fue el producto de medidas coyunturales, más no de unas políticas basadas en la sustentabilidad. 

“Cuando un Estado no comprende el papel que le toca jugar frente a la sociedad,  estamos muy mal”

Crisis en educación universitaria

Al referirse a otros temas colaterales, la doctora Molina estima que la actual crisis que se vive en el sistema educativo universitario generada, entre otras causas, por el insuficiente presupuesto,  por los bajos sueldos de los docentes y del personal en general y por la imposibilidad de los jóvenes de solventar los gastos que implica su incorporación y mantenimiento en el sistema educativo, debe ser un referente para evaluar la trágica situación que vive actualmente el resto de los venezolanos, particularmente quienes dependen económicamente de un salario mínimo y no tienen acceso a otra forma de ingreso. 

“Ciento treinta y ocho bolívares como ingreso mínimo representa un estado de pobreza extrema para quienes sólo dependen de ello”.

Molina emplaza al gobierno a implementar políticas públicas tendientes a la recuperación del ingreso de los venezolanos, en virtud del panorama tan desolador por el deterioro del poder adquisitivo del salario, que afecta a la población en general, pero evidentemente también a los sectores productivos del país. 

Aun con la firme esperanza de  que haya un pronta recuperación de las universidades del país, estima que la situación es compleja debido a la baja matrícula que en la actualidad se maneja, en primer lugar por la gran cantidad de estudiantes que no pueden mantenerse en el ámbito educativo, luego por la migración de los jóvenes que se han ido del país; y, en fin,  por la falta de profesionales expertos e investigadores cuyo talento está siendo aprovechado en otras naciones, sumado a que el  ingreso de un profesor titular medio, que es el más alto al que puede aspirar un profesor, está por debajo de los 40 dólares mensuales, lo cual es insólito, pero es la realidad, aseguró la doctora Luisa Elena Molina, acostumbrada siempre a llamar las cosas por su nombre, en entrevista concedida a la emisora especializada Visión Agropecuaria, 102.9 FM, encargada de visibilizar el acontecer del sector primario nacional  y regional, reproducida dadas las credenciales de la entrevistada y la trascendencia de los temas tratados en la misma.

Lara / El Impulso

 ET 

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