El fenómeno de las migraciones ha sido abordado en un documental y dos ficciones en el Festival Internacional de Cine de Morelia, en el que destacados cineastas mexicanos como Alfonso Cuarón se han manifestado contra la discriminación a la caravana de migrantes centroamericanos que cruza México rumbo a Estados Unidos.
Las cintas de ficción “Luciérnagas” de Bani Khoshnoudi y “Bayoneta” de Kyzza Terrazas retratan a hombres en países muy remotos a su lugar de origen, un homosexual iraní en México y un boxeador mexicano en Finlandia, respectivamente, mientras el documental “Ya me voy” de Lindsey Cordero y Armando Croda presenta a un mexicano que vive de manera ilegal en Nueva York.
Cordero es mexicana de madre estadounidense y padre mexicano. Sus padres se conocieron en México y se mudaron a Estados Unidos donde nacieron sus hermanos mayores. Su padre fue indocumentado y regresó con su esposa e hijos a México, donde nacieron la cineasta y su hermana menor.
Croda es veracruzano, de abuelos italianos. Ambos son pareja y han vivido en Nueva York por ocho años. Ahí fue donde conocieron a Felipe Hernández, un hombre que recorría las calles de Brooklyn con un carrito de supermercado recolectando botellas para reciclarlas ataviado con un sombrero de charro, como los que usan los mariachis.
“Era mi identificación”, dijo Hernández en una entrevista reciente con The Associated Press en Morelia.
Hernández es originario del estado de Guerrero, uno de los más pobres del país, y estudió sólo hasta segundo año de primaria. Se mudó de su pueblo agrícola al municipio de Chalco, una zona conurbana de la capital, pero como su casa era precaria decidió emigrar a Estados Unidos.
Cruzó la frontera en 1999 en un vuelo desde Ciudad de México a Hermosillo, en el estado fronterizo de Sonora, de ahí tomó un taxi a la ciudad limítrofe de Naco y pasó caminando la frontera. Una vez en Estados Unidos llegó a Los Ángeles, donde estuvo un día, y finalmente tomó un vuelo a Nueva York.
“Ahora es demasiado difícil porque te piden mucho dinero, ya no es como cuando yo me fui que eran 1.500 dólares, ahora son un promedio de 7.000 a 8.000 dólares”, dijo sobre los traficantes de personas a los que se conoce como coyotes o polleros. “Los que mandan son la mafia, no te dejan pasar tan fácilmente, tienes que pagarle a ellos y luego pagarle al pollero”.
Cordero y Croda dijeron conocer testimonios de inmigrantes que tienen entrenados a sus hijos para no abrir la puerta por temor al ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos), que al ser una institución federal puede operar sin notificar a las autoridades locales.
“Hay mucha deportación silenciosa”, dijo Croda. “Lo estamos viendo poco, pero la cosa está que arde”.
Morelia / AP